martes, 7 de octubre de 2014

GENTE DE BARRIO


Sentada en el coche, en una calle de Barcelona de la que ni tan siquiera conozco el nombre, de fondo escucho a parados y jubilados que charlan fumando un cigarrillo, sentados en los bancos de la acera, improvisando así su club social particular, al que se acerca una señora mayor increpando por la mala imagen que da que tiren las colillas al suelo, una pareja de ancianos bastón en mano, hablan de la vida y de sus hazañas pasadas, un electricista que sube a casa de Conchi (así la llama por el interfono) esa tienda asiática que hay por todos los barrios (puede que demasiadas) donde venden de todo, lo único que tiene de aquí es el letrero en catalán y porque están obligados.
Es un ir y venir de personas, cada una con su vida, con su forma de vida, la cual hacen en un barrio donde al parecer todos se conocen, donde la madre tira a su hija la sudadera por la ventana porque se ha levantado una pizca de aire, donde las paredes entre portal y portal están desconchadas debido al orín de los perros.
A lo lejos veo una guardería, a lo lejos y a lo alto ya que se encuentra en el ático del bloque que hace esquina, tiene una terraza con peces pintados sobre un fondo azul y si soy sincera, creo que nunca llevaría a mis hijos, me aterran las alturas y al respecto la imaginación me juega muy malas pasadas.
Acaba de bajar el electricista, se enciende un pequeño puro en la puerta, puede que la "chapuza" haya sido rápida o puede que yo lleve demasiado rato aquí parada, observando un pequeño barrio donde quizás se ven demasiados jóvenes paseando sin oficio ni beneficio, un barrio humilde en el que sus gentes vienen y van calentando a turnos los bancos del club social improvisado, ahora le toca el turno a la chica de la sudadera y a un jovencito jugando al móvil, mientras, intercambia palabras  con otro que está doblando turno de banco ya que está aquí desde que llegué, llama a Manolo a gritos para saludarlo, ya se ha bebido su lata de cerveza ( algo mañanera para mi gusto)  y apura su cigarrillo de esos de liar, es hombre de los que escupen en el suelo y además sin disimulo, ni aún sintiéndose observado por mi a disimulado a escupir en varias ocasiones (me resulta asqueroso y de hecho creo que lo es) pero para nada creo que le importe lo que yo pueda pensar.
Esa canción de Mecano versionada al flamenco que sale de la ventana donde asoma el hocico de un perro, acompañándome como espectador pero con ganas de ser participe de dicha escena, probablemente el dueño no se a percatado de que puede querer ir a dar un paseo.
Hoy miro desde fuera, soy espectadora de un barrio humilde como en el que yo me crié y siempre me preguntaba que había más allá de mi perímetro del que no podía salir, barrio donde los niños correteaban tranquilos jugando al escondite y al bote bote, aunque yo era más de jugar al bote,  las niñas hacíamos de cocinillas con algunos utensilios de plástico y arena, nada de tacitas de té y tetera de porcelana como en las pelis de Disney, los más grandes cuidaban de los más pequeños y las madres llamaban a sus hijos a gritos por el balcón cuando se acercaba la hora de recogerse, eran tiempos en los que hacíamos Cabañas bajo un árbol con cuatro maderas de armarios viejos que había dejado algún vecino, dentro de nuestra cabaña hablábamos de como sería nuestro mundo mejor, aquella cabaña que construíamos entre unos pocos se convertía en nuestro pequeño hogar infantil, donde nosotros creábamos nuestra propia forma de vida, para algunos mejor que la que nos esperaba al llegar a casa, no necesitábamos alarma porque teníamos una palabra clave para entrar ¡¡Ábrete Sésamo!!
Aquellas peonzas de madera que personalizábamos con nuestro nombré y los colores del equipo de fútbol con el que ibas, peonzas auténticas, no como las de ahora  de metacrilato y multicolor 
con luces y con precios que para nada nos podíamos permitir entonces.
Tengo la sensación de que miro atrás y a pesar de las dificultades la vida infantil era más simple pero más bella, desarrollábamos la imaginación abriendo nuestras posibilidades creativas, algunos más y otros menos pero no competíamos por tener el mejor juguete o el último modelo, jugábamos y nos divertíamos juntos como una pequeña familia de barrio, donde no veíamos la hora de volver a casa, era inviable vernos en casa jugando a la consola que algunos ni teníamos, pero el que se divertía estaba en la calle, tampoco necesitábamos quedar porque todos sabíamos donde encontrarnos, ni grupos de whats app para ponernos al día porque sabíamos correr cualquier noticia, sabíamos comunicarnos, era más lento si, pero cualquier información llegaba a su destino.
Nuestra tele era en blanco y negro y carecía de mando puesto que apenas tenía un par o tres de canales, no necesitábamos muchos más, mientras merendábamos veíamos barrio sésamo y el sábado la bola de cristal, también estaba Tocata, ese programa donde cantaban nuestros artistas preferidos, creo que estos ya los veíamos en color con nuestra tele comprada a plazos, incluía mando, creo, hace ya mucho de eso.
Mi mente me da más para poder recordar lo tranquila y segura que me sentía jugando en la calle, en mi barrio, a pesar del hombre de la puerta del bar de al lado de casa  con pinta de haber hincado el codo más de lo normal o de algún vecino que trapicheaba  para ganarse la vida de mala manera, amantes de lo ajeno pero cuando nada tienes nada pueden quitarte, a pesar de todo, como en este barrio en el cual me encuentro, todos nos conocíamos  y todos convivíamos.

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