No somos conscientes de lo que hace perder el sentido del ridículo e involucrarte en este tipo de terapias, ambiente cálido con olor a incienso, música de fondo, esa que nunca escucharías en el coche porque te quedarías dormida al minuto cero, esa música que hace que tumbada en el suelo en una esterilla te haga viajar levitando a los escondrijos más ocultos de nuestro yo interior, gracias a esa música y a esa amiga, en mi vida hubo un antes y un después, ella me enseñó a quererme, pero no mirándome al espejo observando mi belleza exterior, me enseñó a ver esa persona que existía dentro de mí, que con sus mil y un defectos era capáz de tener cosas buenas, me enseñó a aceptarme y a quererme poco a poco, no siempre que uno conoce parte de su interior se siente orgulloso de él, pero la aceptación es el primer paso.
Tumbada en aquella esterilla con los ojos cerrados, hablé con mi niña de ojos tristes, le pregunté:
¿Qué es lo que necesitas para seguir? ¿Dónde puedo ayudarte? ella, dejando caer sus lágrimas simplemente me decía, YO SOLO QUIERO SER FELIZ.
La vida se había cebado con ella y durante el tiempo que duró el curso, hablamos y hablamos, lavamos muchos trapos sucios que andaban por ahí, incluso hasta lloramos juntas, ahora somos una, ella me riñe cuando ve que flaqueo en algún momento y yo la escucho más a menudo para que me explique sus inquietudes y así poder calmar su angustia...ahora caminamos las dos de la mano, estamos juntas en este trayecto haciendo nuestro camino más llevadero para las dos, porque hemos aprendido a querernos y a respetarnos, entender que ella es parte de mi pasado y yo soy su presente, ella comprende que seamos tan diferentes y yo acepto que gracias a ella, hoy soy como soy y por eso me siento
orgullosa de mi NIÑA DE OJOS TRISES.
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